Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 27 de junio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre los presupuestos generales de Cuba
Número y páginas del Diario de Sesiones: 184, 5552-5554
Tema: Presupuestos generales de Cuba

Creí que había satisfecho a mi distinguido amigo el Sr. Labra esta tarde, y al parecer, satisfecho quedó, pero después la satisfacción hubo de trocarse en desengaño, cuando vio que el señor Ministro de Ultramar y algunos señores de la Comisión, me felicitaron o vinieron a felicitarme. Siento pues, que el Sr. Ministro de Ultramar se haya adherido a mis palabras y que me hayan felicitado los individuos de la Comisión, porque de esa manera se me ha quitado el gusto de ver satisfecho a mi distinguido amigo el Sr. Labra con mis palabras de esta tarde; lo cual, además, me hubiera ahorrado las que ahora tengo que pronunciar para ver si acabo de satisfacerle, a pesar de la felicitación que el Sr. Ministro de Ultramar y mis distinguidos amigos particulares de la Comisión han tenido la bondad de hacerme.

Yo no hube de explicarme bien, cuando tan mal me ha comprendido mi querido amigo el Sr. Labra. No veo yo en la conducta y en los procedimientos de los representantes de Cuba que están dentro del partido liberal, y de los que se hallan dentro del partido conservador, más que una idea: la de que los unos y los otros quieren una sola y misma cosa respecto de aquel país con relación a la Península, con relación a la madre Patria; y en este sentido, yo no puedo menos de aplaudir la conducta de los unos y de los otros. Pero claro está que me ha de parecer mejor la conducta de los que están a mi lado; porque creo que los procedimientos liberales son más a propósito para realizar el bienestar de aquella nuestra querida Antilla, y porque si no, en lugar de profesar yo las ideas que profeso, aceptaría las de mis adversarios los conservadores. De manera que el Sr. Labra puede tener en cuenta esta declaración que yo hago, y cuyo efecto desaparece cuando se trata de intereses generales de la Patria, porque en este caso, lo mismo los representantes de Cuba liberales, que los pertenecientes a la mayoría conservadora, se unen en un solo partido; como también en un solo partido están unidos los que, teniendo diversos matices políticos, alimentan la misma aspiración opuesta a la que sustentan mis amigos y mis adversarios los conservadores, con respecto a aquel pedazo tan querido de tierra española.

Yo no descendí a detallar las reformas que creía necesarias, ni en el orden en que se han de establecer las económicas y políticas, porque ya lo habían hecho, y me parece que cumplidamente, los representantes de aquel país que están a mi lado, los Sres. Tuñón, Calbetón y Villanueva; y lo había realizado también perfectamente y de una manera admirable, como siempre que trata de ésta y de todas las cuestiones, mi distinguido amigo el Sr. Moret. ¿Qué necesidad tenía yo? (El Sr. Labra interrumpe por lo bajo). Sí, señor Labra, lo había hecho el Sr. Moret perfectamente; porque la última parte de su discurso no tiene nada de particular en el terreno práctico; es una bella aspiración, bella y patriótica a la vez, pero nada más que aspiración. Pues qué, ¿no había yo de aceptar gustosamente el pensamiento que el Sr. Moret exponía al final de su discurso con envidiable elocuencia, de aquella magnífica federación, de aquel imperio a cuyo alrededor no sólo se viera a Cuba y a Puerto Rico, sino a todas las que fueron nuestras preciadas posesiones de América en aquellos tiempos de tanto lustre y esplendor y de tanta grandeza para nuestra Nación? ¿Qué me importaría a mí que Cuba fuera un país federado, si a la vez, con aquella y con Puerto Rico, estuvieran también confederados bajo el imperio español todos los inmensos territorios que antes fueron nuestros y que ahora por desgracia no lo son? ¿Qué me importaría a mí eso? ¡Ojalá se realizara algún día el pensamiento de mi distinguido amigo el Sr. Moret! ¿Qué más pudieran desear los españoles?

Pero fuera de esto, ¿qué liberal no aceptaría las ideas que aquí expuso tan brillantemente el Sr. Moret? ¿No las acepta el Sr. Labra? (El Sr. Labra: Sí).

Pues entonces estamos todos de acuerdo; porque con el discurso del Sr. Moret lo están los que se encuentran a mi lado, mientras que no pueden estarlo los señores de la mayoría. Ahí tiene S.S. la diferencia que hay entre los que se sientan a mi lado y los que se sientan enfrente, respecto a esta clase de cuestiones.

Pero esto no era obstáculo para que yo defendiera a los que se sientan en los bancos de enfrente de ciertas acusaciones que S.S. les hizo. No comprendía el Sr. Labra cómo figurando aquí en diversos campos los representantes de Cuba, luego, al otro lado de los mares, se unen para defender ciertos principios; y en esto S.S. era demasiado injusto. Porque allí no hay realmente sino dos partidos: uno, el de la unión constitucional, que encierra en su seno a los liberales y conservadores que defienden el principio fundamental de la [5552] asimilación; otro, el autonomista, bajo cuya bandera se agrupan los que profesan esa doctrina. Y no hay, como el Sr. Labra supone, un tercer partido, el que S.S. llama liberal progresista, porque éste, limitado a la provincia de Santiago de Cuba, no se diferencia del de unión constitucional más que en esto: el primero desea ir más deprisa en el desarrollo del principio asimilista; pero ambos lo profesan igualmente. De modo que viene a ser ese partido liberal progresista una disidencia del partido constitucional; porque también en Cuba ocurre lo mismo que en la Península, en donde a pesar de que el partido liberal es uno, existe la izquierda, que no es sino una verdadera disidencia del partido liberal. ¿En qué se diferencian si no estos dos partidos? En que la izquierda quiere ir más deprisa, y nosotros no queremos marchar tan deprisa, pero estando de acuerdo en la esencia, en los principios fundamentales. Esto es, por tanto, la composición de los partidos, y así resulta justificada mi intervención en el debate en los términos que lo hice.

No he de decir a S.S. nada sobre la cuestión de si los Diputados cubanos de uno y otro lado de la Cámara deben fundirse en los diversos partidos de la Península. (El Sr. Labra: Es claro). ¡Ah! pues entonces no culpe S.S. a mis amigos, ni a los conservadores, porque cuando, a pesar de los deseos de su señoría, mis amigos, mis adversarios los conservadores, y los amigos de S.S. hacen lo mismo, alguna razón habrá para que el proceder de todos sea tan unánime; y la razón que hay, ya la conoce el Sr. Labra y no necesito exponerla. Pero el caso es, señores, que algo superior debe haber cuando todos, lo mismo amigos de S.S. que los míos, y hasta los adversarios políticos observan la misma conducta; no olvidemos nunca esto. Yo me alegraré ver al Sr. Labra en mayor compañía, que bien lo merece por lo que vale; pero la verdad es, que hoy por hoy, está poco acompañado, y si a S.S. le ha molestado el que le haya dicho que es un solitario en el mundo de la política? (El Sr. Labra: No). Entonces no había motivo para que S.S. dedicase una gran parte de su brillante improvisación a ocuparse de mi calificativo; yo lo empleé sin ánimo de agraviar a S.S., y únicamente con el objeto de decirle que para que su consejo fuese eficaz era necesario que S.S. empezase por seguirlo; y puesto que aconsejaba a los demás representantes de Cuba que encarnaran en los partidos de la Península, era lógico preguntarle: ¿por qué no lo hace S.S. que es el único que no ha encarnado aún en ninguno? Mis amigos están afiliados en el partido liberal, mis adversarios en el conservador: quien no está en ninguno es S.S. Éste era mi argumento, ni más ni menos, que yo hacía sin ánimo de ofender a nadie.

Pero vamos a lo principal, a lo que el Sr. Labra considera como esencialísimo en este debate, o sea, a lo que yo pienso acerca de las diversas cuestiones que concretamente ha expuesto S.S. No sé si acertaré a enumerarlas en el orden que el Sr. Labra lo ha hecho. Primera cuestión: reformas políticas. ¿Han de hacerse antes, después, o simultáneamente con las reformas económicas? Yo creo que deben hacerse cuanto antes; pero como las reformas económicas son tan esenciales y tan urgentes en Cuba, creo que aquellas no deben hacerse antes que éstas, pero que si se pueden realizar simultáneamente, de esta manera deben hacerse. Me parece que S.S. no irá más allá, porque es imposible hacer antes las reformas políticas que las económicas. Aquel país está sediento de reformas económicas, no puede vivir sin ellas, y por consiguiente, no hemos de esperar para hacerlas a que hayamos planteado las políticas, mucho más cuando se pueden hacer a la vez. De manera que opino que las reformas políticas se hagan, si pueden hacerse, al mismo tiempo que las económicas.

Segunda cuestión concreta que ha propuesto su señoría: ¿queremos o rechazamos nosotros la reforma electoral? Pues contestación terminante: la queremos, la deseamos, y la realizaremos cuando podamos realizarla.

Tercera cuestión: ¿hemos de llevar reforma a los Ayuntamientos y a las Diputaciones? También, y en cuanto podamos las llevaremos.

Cuarta cuestión: la de la garantía para la deuda de Cuba. ¿Qué quiere decir el principio de la garantía? ¿Si deseo que la Península dé su garantía para la deuda de Cuba? Pues yo le digo a S.S. que lo deseo. Porque, señores, en último resultado, ¿de qué se trata? de una parte del territorio español, para nosotros tan querida y tan apreciada como cualquier otra de la Península, y a la cual, por tanto, hemos de tratar como a las demás provincias. De manera que mi deseo es que pueda llegar un día, y que llegue pronto, en que podamos ofrecer a la deuda de Cuba la garantía de la Nación; y aún más: mi deseo es que podamos un día hacer una la Hacienda de Cuba y la de la Península, y uno el Tesoro de Cuba y el de la Península. Ésta es mi aspiración, y lo digo de una manera terminante. ¿Cuándo se podrá realizar ese deseo? ¡Ah! No lo sé, ni debo decirlo desde los bancos de la oposición, Sr. Labra, porque eso dependerá de los recursos del país. Bien sabe S.S. que no está nuestro Tesoro tan deshogado que debamos ofrecer ahora a Cuba lo que quizá no podamos cumplir tan pronto; pero yo le digo a S.S. que todo cuanto podamos dar a Cuba debemos dárselo, y que todo cuanto podamos hacer a favor de Cuba debemos hacerlo, y hoy que el tratado con los Estados Unidos ha venido a fracasar, es necesario suplir la falta de ese tratado con reformas arancelarias y con otra clase de mejoras económicas, para ir preparando aquella isla a que, una vez abierto el canal del istmo de Panamá, pueda convertirse en un puerto franco, que es lo que restituirá a aquel país la riqueza que ha perdido. ¿Quiere más el Sr. Labra? (Aprobación en la minoría). He dicho yo que si España hace el sacrificio que debe y que Cuba merece, paréceme a mí que abierto el istmo de Panamá y restauradas las fuerzas productoras de la gran Antilla, podría volver a su riqueza perdida y quizá devolvernos con usura el sacrificio que hoy hagamos por ella.

Y ahora que hablo de la riqueza de Cuba, debo indicar a mi distinguido amigo el Sr. Labra, que no me ha entendido bien. Yo dije que cuando S.S. se lamentaba del estado desgraciadísimo y aflictivo en que se encuentra aquel territorio, no debía creer que ese estado era debido a lo que los partidos habían hecho; porque provenía de causas distintas, independientes de la política española, toda vez que no había llegado a esa situación cuando todavía no le alcanzaban las reformas, y por el contrario, era feliz, próspera y rica, y aún ayudaba a la madre Patria, con el régimen antiguo. Pues si a pesar de esto Cuba ha [5553] venido a esta mala situación, ¿tenemos de ello la culpa los partidos políticos? ¿Es que la tiene el partido conservador? ¿Es que la tiene alguno de los partidos que han pasado pro el poder? No; es necesario ser justos y confesar que todos los partidos han hecho lo que han podido por la isla de Cuba, siquiera no hayan acertado en algunas cosas, aunque a todos ha animado el mejor deseo, la mejor intención con respecto a aquella parte de nuestro territorio.

Estas causas de decaimiento de la isla de Cuba son muy distintas de la política; han sido circunstancias de todos conocidas, que no tienen nada que ver con las cuestiones de los partidos, las que han venido a constituir la situación en que se halla aquella parte de la Patria. Su decaimiento ha debido consistir en que ha sido víctima de una guerra civil y desoladora; en que por el progreso de la agricultura, por el cambio y por la transformación de la riqueza de aquel país y de otros países, ha sufrido una competencia que antes no sufría. Y si ésas han sido las causas del abatimiento y pobreza de Cuba, ¿por qué hemos de atribuir la culpa a que no hayamos acudido más o menos precipitadamente con las reformas políticas? No discurramos de esta manera, que a nada provechoso conduce; al contrario, lo que debemos procurar es, estudiar las reformas económicas, políticas y hasta las sociales, que puedan compensar los males que otras circunstancias, que otras condiciones, que otros elementos han producido a la isla de Cuba; y para esto y no más, es para lo que yo digo que no deben aquí los partidos hacerse una guerra cruel, cuando se trata de asunto tan importante como es la integridad del territorio. Y claro está que pensando en llevar nuestras reformas a la isla de Cuba, es inútil decir que cuando las lleve el partido liberal, tendrán carácter libera, así como cuando las implante el partido conservador, revestirán un sentido conservador; que ésta es la única diferencia que debe haber entre las reformas que haga cada partido en Cuba; porque en cuanto a lo demás, lo mismo unos que otros hemos de contribuir a conservar la integridad de nuestro territorio y mantener aquel pedazo de tierra a nuestro lado, formando un todo con el resto de la Patria.

Yo estoy dispuesto, Sr. Labra, a no asustarme de la libertad, ni para aquí ni para allí; pero yo debo declarar que si me he contenido alguna vez en el planteamiento de determinadas reformas liberales en aquel país, ha sido porque en él se ha dicho, y con fundamento, que de esa libertad podían abusar, cuando la guerra estaba encendida, los elementos que ayudaban a los que vivían en la manigua; por eso no he llegado hasta donde quería. Porque debo decirle también al Sr. Labra, y quiero que lo sepa el país, que en esto soy independiente. Yo tengo por primer concepto en el orden de mis ideas la Patria, y como segundo la libertad, y claro es que no sacrificaré nunca la Patria a la libertad; y aunque me costaría mucho trabajo, yo siempre estaré dispuesto a hacer el sacrificio de la libertad a la Patria; que yo no soy de los que dicen: sálvense los principios y piérdanse las colonias; soy, por el contrario, de los que dicen, aunque en esto pueda ser, y lo sea, liberal anticuado: sálvense las colonias y piérdanse los principios. (Aprobación en todos los bancos). [5554]



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